Él sabía que no había hecho tal cosa, pero un manto de dudas se tendió sobre su sinceridad. Su abuela le había enseñado a no mentir y por lo tanto, él no podía aceptar la culpa por algo que no había hecho. "Solamente se honesto y discúlpate, todo este asunto quedará olvidado". Dijo la abuela con un tono de voz severo, pero él volvió a explicar que no lo había hecho. "¿Porqué eres tan terco?" Su abuela siempre decía eso sobre él, en su joven mente él creía que era terco. Pero él no sabía lo que la palabra terco significaba, y encontró su propia forma de explicarlo: como soy un niño "terco", a mi abuela no le agrado. Él no se mostró arrepentido, porque estaba confundido. Su abuela quería que él se disculpara, pero si el lo hacía y admitía haber derramado el agua, se estaría convirtiendo en el niño mentiroso que tanto odiaba su abuela. Él no sabía cómo hacer lo correcto en una situación tan compleja y eso le generó mucha ansiedad. El vestíbulo se extendía horizontalmente frente a él. Luego de la enorme ventana del vestíbulo se encontraba la puerta de la cocina. A través del vidrio de la puerta de la cocina, él podía ver a su madre y a su abuela discutiendo. Ambas lucían muy tristes mientras discutían sobre él. Usualmente, cuando ambas discuten su madre termina admitiendo que se equivoca y se retira. Él sabía que en ese tipo de discusiones, su madre se retiraba al baño y allí lloraba secretamente. "Me pregunto si mamá estará llorando de nuevo", pensó él una vez que la discusión terminó. Mientras continuaba parado bajo la nieve. Sus pies se sentían un poco adormecidos. Movió todo su peso hacia un pie y sintió un dolor de entumecimiento en su rodilla. Él no podía sentir la punta de sus pies, pero para vencer el entumecimiento se forzó a moverse un poco más. Como resultado el sintió un agudo dolor frío. Él podía sentir la nieve fundiéndose en sus rodillas y un agua helada goteando bajo sus pantorrillas. Él suspiró pesadamente, como los niños de su edad acostumbran. |