Sus pequeñas manos y rodillas expuestas al duro clima se encontraban enrojecidas como frutas maduras, y había perdido la sensibilidad en ellas. Sin importar cuanto se cubriera o frotara, él no podía evitar sentir como el frío penetraba en sus huesos. Él sólo estaba allí, sin sensibilidad mirando fijamente el aire. Se encontraba en el patio del lado norte de su casa. Un pequeño cobertizo de herramientas, sin uso, se ubicaba en la esquina del patio. Un crujido en la pared del este hizo el aire aún más frío. En las otras tres paredes se encontraban la casa, el cobertizo y un muro que delimitaba el patio. No había nada que él pudiera usar para cubrirse o protegerse del frío. No había vegetación en el patio, ningún árbol bajo el cual guarecerse. Durante el verano, los lirios florecían en el jardín, pero en ese momento la nieve blanca cubría toda la tierra. "Es un niño terco", dijo su abuela. Ella se había mudado desde la región de Kansai cuando contrajo matrimonio, pero todavía conservaba un marcado acento. "Él podría llorar un poco, o manifestar de alguna forma que siente algo de arrepentimiento". "Madre, no entiendo por qué eres tan dura con él". "Es porque tú lo consientes demasiado, y es por eso que él se pone tan terco". "Pero..." "Los padres jóvenes de hoy sólo intentan agradar a sus niños". "Es bueno si los niños reciben un poco de disciplina estricta". "Pero madre, él pescará un enfriamiento..." "Él no se enfermará por un poco de nieve". "A menos que se disculpe sinceramente, no podrá regresar a la casa". Él continuaba parado fuera. De hecho, toda esta situación se generó debido a un problema menor. Alguien había derramado agua en el suelo bajo el fregadero y no la había limpiado. Su hermano menor lo culpó y él negó la acusación. |