Sostenida por un brazo mucho más fuerte de lo que ella había pensado, logró incorporarse. Eso fue lo último que ella pudo recordar. En varias oportunidades ella intentó abrir sus ojos y observar a su alrededor, pero no podía enfocar lo que estaba viendo o recordar lo que había visto. Su consciencia alternaba entre períodos de sueño profundo y sueño ligero. Cuando finalmente logró despertar se encontraba dentro de una vivienda humilde, recostada en una cama. Inicialmente ella perdió su mirada en el techo, pero luego se incorporó rápidamente. Saltó de la cama pero se desplomó hacia el suelo inmediatamente. Sus piernas eran totalmente inútiles. No había nadie más en el pequeño cuarto. Su visión todavía giraba, ella examinó desesperadamente con sus manos y rodillas los alrededores de la cama. Prácticamente no había mobiliario, a excepción de unos tablones de madera dispuestos junto a la cama. Prolijamente colocada sobre la mesa precaria se encontraba la espada, envuelta en una funda de tela, y la joya azul sujeta con un nuevo cordón. Con un gran sentimiento de alivio, logró ponerse de pie. Colocó la joya en su nuca y regresó a la cama. Deslizó la espada bajo la colcha. Finalmente ella se podía relajar. Recién en ese momento, Yoko descubrió que llevaba puesto un camisón. Sus múltiples heridas habían sido tratadas y había algo húmedo bajo su hombro. Era una tela mojada y plegada. Ella la retiró de su espalda y la colocó en su frente. Se sentía bien. Ella se cubrió con la colcha, se sujetó de la joya y cerrando sus ojos suspiró profundamente aliviada. Su vida se había salvado, ella comenzaba a pensar que su existencia sin sentido comenzaba a tener valor. "¿Está despierta usted?" Ella se sentó presurosamente. Buscando la fuente de la voz, observó a la gran rata gris. La puerta estaba abierta y estaba entrando en el cuarto. En una mano sostenía una bandeja y en la otra una cubeta. El sentimiento de cautela resurgió en su interior. Se comportaba y hablaba como una persona. Simplemente porque parecía un animal, no significaba que ella podía confiar en él. Sin prestar atención al trato desconfiado que Yoko le estaba dando, la rata puso la bandeja indiferentemente sobre la cama y la cubeta al pie de la cama. |