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Los Doce Reinos: Dios del mar en el este

Los caminos estaban deshechos y las casas también, todo lo que quedaba de ellas eran algunas piedras de las paredes que delimitaban la propiedad. Los escasos segmentos de muros fueron teñidos de negro por el fuego y erosionados por la lluvia. El resto de las piedras eran de un color oscuro y terroso.

Al pie de la colina se encontraba un "ri", un pueblo. Las paredes de las casas se habían derrumbado y sólo quedaban las ruinas. Sólo quedaba un árbol para proteger a los pobladores: el Riboku, opacado al color de plata empañada. Bajo sus pocas hojas y ramas florecidas destacaban siluetas humanas; que inmóviles como rocas, parecían llevar sentadas allí una eternidad.

Sobre sus cabezas, algunas aves y muchos yoman volaban en círculo. Era posible ver a los monstruos alados a través de las ramas metálicas seleccionando una presa, pero ninguna persona alzó su cabeza para mirar. Ningún animal ni yoma ataca a nadie que se refugie bajo un Riboku.
¿Sería esa la razón que los llevaba a ignorar el peligro?
En realidad no lo era, aquellas personas estaban exhaustas y ya no tenían fuerzas para temer. Hacía mucho tiempo ya que los cultivos se habían secado, que los ríos se habían desbordado, que los campos y pueblos se habían convertido en trozos de carbón. Luego de la sequía, la tierra se volvió tan yerma que no había mano alguna que pudiera cultivarla. Y la pobreza endémica debilitó tanto a las personas que nadie podía imaginarse trabajando en la cosecha. La última vez que intentaron organizarse ellos estaban muy hambreados, debilitados físicamente y reducidos en número. Los esfuerzos realizados condujeron a un terrible fracaso.

Incluso las alas de los yoman apenas podían sostenerlos en el aire. Rokuta pudo ver como uno de ellos se desplomaba hacia la tierra. Los yoman también padecían de hambruna. Ni siquiera ellos podían rapiñar en una tierra tan desolada.

"Cuando la montaña se derrumbe..."
"...el Reino de En estará acabado".

El rey anterior ahora era conocido como Kyou. Luego de su ascensión al trono y durante muchos años después, el rey gobernó de forma benévola. Pero un día, sin que ninguna persona supiera la razón, su corazón se corrompió.

Él comenzó a oprimir a su nación, deleitándose con el sonido de sus gritos. En las esquinas del pueblo bajo la montaña, ordenó colocar soldados para espiar a las personas.

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